Feliz Navidad

De niños este día siempre era la gran ilusión, claro está, por los juguetes que aparecían debajo del árbol o a un lado de la cama, al despertar cada 25 de diciembre la sonrisa de los más pequeños despierta y es grato ver esa felicidad que causa la navidad en ellos…


Pero hoy me pregunte… ¿y los grandes?, acaso ¿ya se perdió la magia de ese día tan especial?, se olvidó el sentido de la navidad, cuando crecemos descubrimos que esos bellos regalos son el esfuerzo de los padres por darnos algo especial y toda la sorpresa del momento pasa cuando ya descubrimos que la navidad es una fecha festiva, de las tantas que hay en el año.

Y por todo esto es que se hace tan necesario, el adviento esa preparación, porque sin ella la navidad carece de sentido, carece de lo esencial ya para todos deja de ser importante, ¡cosa que no debería ocurrir!

Para las grandes que ya tenemos más experiencia este día debería ser aún mucho más alegre y festivo, porque hemos presenciado el acontecimiento trascendental, ¡ha llegado el salvador!,  ha nacido Dios mismo en nuestros corazones, hemos sido testigos de la dulzura y ternura de Dios. Ahora lo que sucede es que hemos visto a Jesús nacer muchas veces y cada año se repite, cuando en la representación del pesebre ponemos él bebe en su cuna. Sabemos la historia, y hasta la oración para todos los días de la novena la aprendemos de memoria, si… pero ¿cuantas veces le hemos sentido nacer en nuestras vidas, cuando lo hemos experimentado de verdad?

Hay que ser como Simeón en el templo, alzar la mirada hacia el cielo y decir  “ahora puedes dejar a tu siervo morir en paz porque mis ojos han visto al salvador” Lc 2, 29-30. Es esto propiamente la experiencia de conocer a Jesús, verle, contemplarle, tomarle en brazos y sencillamente amarle.

Ese debería ser nuestro gozo, nuestra alegría cada navidad, renovar ese acontecimiento trasformador, tomarlo como propio y hacerlo vida en nuestra vida, que muchas veces se ve cansada y agobiada, Jesús viene a trasformar a llenar de amor y ternura, ¡A cambiar el llanto en alegría!
Es tiempo de volver a vivir la navidad con un corazón de niño, dispuesto a alegrarse con la sonrisa de los demás, a disfrutar de lo poco o lo mucho que se nos da, dispuesto a acoger con ternura el regalo de Jesús en la propia vida.

Mi invitación para este día tan importante y especial, es nunca perder el sentido de la Natividad del Señor.

¡Feliz Navidad! 


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